«Esto hay que venir y verlo, porque aquí se llora. Cuando ves a la gente, el esfuerzo que hace para llegar casi sin fuerzas, subiendo solo por el impulso de la cabeza y sin hacerle caso a los pies... se emociona en cuanto ven el monasterio. Y si unes a eso la motivación personal que lleva cada uno, que puede ser desde una promesa, una petición, y mil más en este mundo que cada uno llevamos dentro, las lágrimas se ven. Entre ellos y a los que nos contagian. Es emocionante y conmocionante. La gente se respeta, hay una gran camaradería, y así es como se llega a Valvanera».
José Antonio Álvarez de Eulate, director de la Valvanerada, resume así la experiencia que condujo ayer a 778 personas hasta el Monasterio de Valvanera. Coronó la 'cima' un 52% de las 1.497 que salieron desde Logroño la tarde anterior.
Ni la climatología adversa, ni las ampollas en los pies, ni los 63 kilómetros por recorrer detuvieron a los casi 800 riojanos que peregrinaron durante toda la noche a una temperatura de ocho grados en el trayecto y cuatro grados en destino, así como bajo un increíble aguacero que descargó con virulencia entre el Alto de San Antón y Tricio.
Las temperaturas bajas, sin embargo, evitaron a la vez la asistencia sanitaria masiva como en anteriores ediciones, registrándose en esta ocasión menos ampollas y alguna lipotimia, sin incidentes graves, según comunicó Cruz Roja al director de la marcha.
35 años de camino
Tres décadas y media de Valvanerada y la primera que se celebra con límite de tiempo en los controles para evitar la dispersión. «Antes había mucha gente que se quedaba en los pueblos, y eso nos limitaba mucho a los demás que estábamos a sus expensas, así como toda la organización, que no se movía hasta que no salía el último marchoso de allá. Ahora hemos limitado el tiempo del control para que no se quede en el pueblo más tiempo de lo necesario».
Aunque al ser el primer año y bajo el chaparrón que cayó sobre los caminantes, Álvarez de Eulate asegura que han sido «flexibles» con los tiempos.
Los primeros marchosos llegaban sobre las cuatro de la madrugada, de la mañana, aunque el grueso de los caminantes veía el monasterio al alba y, de los poco más de 800 que llegaron a Anguiano, alcanzaron la meta casi todos. «Quien llega a Anguiano, sube los 15 kilómetros restantes sí o sí».
El director afirma que cada vez hay más veteranos, «incluso hay algunos que llevan haciéndolo 29 años». Los novatos suelen rondar entre un 20% y un 30%, si bien Álvarez de Eulate recuerda que en las primeras valvaneradas, hace 35 años, la gente estaba mucho menos preparada. «Cuando empezábamos no había costumbre de prepararse físicamente, practicar deporte... Ahora sube gente muy preparada y llega bien a Valvanera».